Foto: Contralínea

Ella escuchó el click de la cámara y sólo vio a un hombre correr con la foto que le había tomado bajo su falda. Mi exalumna se paralizó por un momento, después corrió a refugiarse al baño de la Facultad y lloró. Ese hombre le había robado no sólo su privacidad, sino también su seguridad, su tranquilidad en un espacio que consideramos nuestro segundo hogar cuando somos estudiantes.

Fui su maestra en su primer semestre y cuando la violencia ocurrió, la estudiante cursaba el octavo, así que su ausencia me hizo pensar que algo le ocurría. La busqué y supe que ella no podía volver al salón de clase, a la Facultad, a la UNAM. La renuncia a un espacio es una reacción útil para protegernos, pero injusta. ¿Por qué somos nosotras quienes tenemos que irnos o interrumpir nuestras actividades?, ¿por qué nos alejamos o cerramos nuestras cuentas en redes sociodigitales?

El temor, lleva a la ansiedad y esta a un aluvión rumiante de ideas ¿qué hice? ¿Por qué me sucedió a mí? ¿Por qué no lo preví? ¿Por qué me vestí de esta manera? Estos cuestionamientos no son nuestros, es un discurso ideológico de género que nos responsabiliza de la violencia en nuestra contra, en el eco social que nos rebota, es una culpa sembrada. Este discurso nos revictimiza, es decir, nos vuelve a agredir, lo hace cuando no nos creen o nos invalidan con la mirada, los juicios; cuando las personas se alejan, se enojan o tienen una reacción que nos lastima.

Las mujeres se agobian también por las posibles consecuencias: en el espacio físico, el miedo a la repetición de la violencia en la escuela; en el espacio digital, la posibilidad de que la fotografía se difunda y después ser identificada, reconocida, señalada, humillada, agredida de nuevo en diferentes lugares. A veces la violencia digital es una extensión de la social, en otras se entreteje una red violencia que proviene de diferentes agresores en tiempos y espacios sincrónicos y asincrónicos. ¿Cuál es la más dolorosa? ¿cómo atenderlas?, ¿cuál debe ser sancionada? ¿Pueden desvincularse?

Los miedos no son infundados

El voyerismo digital consiste en tomar imágenes o videos íntimos de mujeres y compartirlos en línea, de acuerdo con la tipología del Parlamento Europeo. En Google el contenido “fotos bajo la falda” despliega más de 15 millones de resultados –no lo busques, por favor-. Los agresores se han encargado de recopilar el contenido sexual, ponerle rostro, nombre y compartirlo en chats privados, semiprivados, públicos, en carpetas en la nube, en redes sociodigitales, en sitios de servicios sexuales, en compilaciones de venta de packs, en Porhub… la lista es interminable.

La violencia que ya conocemos: la sexual, la psicológica, la económica, la patrimonial, atraviesa la tecnología de la información y la comunicación, inserta en un sistema social de relaciones técnicas, económicas, políticas y culturales, por supuesto de relaciones de género, de poder, en tanto los hombres la utilizan para causar daño y sufrimiento a las mujeres, esta es la violencia sociodigital.

Las principales violencias en línea agrupan un conjunto de acciones que implica disponer de las mujeres, poseerlas, cosificarlas, acosarlas con amenazas, envío de penes y videos sexuales; tomar sus contenidos privados que incluyen los íntimos, los sexuales, sus datos personales y hacerlos públicos para siempre. ¿En qué tipo de país no entendemos que ese ese contenido es privado? En México, donde la impunidad es mayor al 97% en estos casos, de acuerdo con el informe de Luchadoras, Justicia en Trámite. El limbo de las investigaciones sobre violencia digital en México del 2020. Más aún, le pedimos a las víctimas que prueben que no dieron su “consentimiento” para difundirlo. Insisto: ¡es privado!

En 2016, mi alumna regresó a clase y yo supe que me dedicaría a estudiar el doctorado sobre este tema. Han pasado cinco años, he entrevistado a decenas de mujeres, he leído cientos de casos, muchas han realizado diversas estrategias y tácticas para enfrentar la violencia sociodigital, la culpa, el silenciamiento, la revictimización y más violencia. No obstante, la mayoría quiere contar sus historias “para que a otras no les pase” y me siento eternamente agradecida con todas ellas.

¿Has sufrido alguna violencia que implique la tecnología? ¿Te gustaría compartirla de forma anónima? Estoy segura de que no nos quedamos con los brazos cruzados, escríbanme a: [email protected] Es tiempo de compartir y de cuidarnos. Les mando abrazos.

Rerencia: